«Con el impuesto a alimentos y bebidas con alto contenido calórico, aumentó la recaudación fiscal pero no hay indicios de que haya mejorado la salud de los mexicanos»

La Secretaría de Hacienda cumplió su palabra y presentó una propuesta de Ley de Ingresos sin nuevos impuestos o alzas en los ya existentes. Un grupo de diputados y senadores, sin embargo, quiere quitar más dinero a los mexicanos y propone subir el «impuesto a los gorditos».

El impuesto especial a alimentos y bebidas con alto contenido calórico tampoco venía en la propuesta original de Hacienda de 2014. Lo inventaron un grupo de legisladores en complicidad con organizaciones contrarias a los consumidores bajo el supuesto de que reduciría el sobrepeso y la obesidad. Al final aumentó la recaudación fiscal, pero no hay indicios de que hayan mejorado las condiciones de salud de los mexicanos.

El impuesto generó una disminución temporal en el consumo de ciertos productos, como refrescos y pan dulce, pero no bajó la ingesta calórica total. Los mexicanos remplazaron algunos alimentos por otros de menor precio o por los muchísimos con alto contenido calórico que no son gravados, como tacos y garnachas. La caída del consumo en 2014, por otra parte, se ha revertido en 2015.

Los políticos se equivocaron desde un principio en el diagnóstico. El aumento de peso no ha sido consecuencia del consumo de alimentos. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), el sobrepeso y la obesidad pasaron de afectar al 62 por ciento de la población adulta de México en 2000 a 71 por ciento en 2012. Sin embargo, la ingesta diaria de los mexicanos se ha mantenido estable en 3,000 kilocalorías para todos los productos y en 250 kilocalorías para los de trigo (pan, galletas, pastas y otros). Esto lo señala un estudio realizado por una consultora independiente para la Cámara Nacional de la Industria (Canainpa) del cual tengo copia.

El gasto real de los hogares, distinto a la ingesta, en productos de panificación sí ha disminuido en los últimos 20 años. La principal caída, 37 por ciento, ha afectado al pan dulce. En menor medida también hay descensos en pan tradicional, pan de caja y pasteles y pastelillos. Esta tendencia, sin embargo, es contraria al aumento del sobrepeso y la obesidad. Por eso «resulta inverosímil la afirmación de que el consumo de pan explica el fenómeno de la obesidad en México» afirma el estudio. El consumo de pan dulce en los hogares medido en valor o en kilogramos no presenta tampoco una relación con el índice de masa corporal de las amas de casa. El mayor o menor consumo de este tipo de pan simplemente no está asociado al sobrepeso o la obesidad.

Ha habido un descenso en el consumo de pan dulce en los hogares en los últimos 20 años, pero éste se ha concentrado en los estratos con mayor poder adquisitivo, que lo han remplazado por otros productos. La capacidad de ajuste es menor entre los pobres. Esto significa que el impuesto al pan dulce afecta más a los estratos de menores ingresos, los cuales tienen menor capacidad de sustituir el producto. El gravamen es, pues, regresivo.»

No tenemos indicadores oficiales sobre el sobrepeso y la obesidad de los mexicanos en 2014 o 2015. La última Ensanut tiene datos de 2012. No hay indicación, sin embargo, de que el impuesto a los gorditos haya disminuido esas condiciones, las cuales son multifactoriales. El impuesto, por otra parte, no se ha aplicado a los productos de alto contenido calórico de mayor consumo, como tortillas, enchiladas y gorditas, lo cual disminuye dramáticamente su capacidad de influir sobre el peso de los consumidores.

El gravamen golpeó a algunas empresas y a sus trabajadores así como a los comerciantes formales, pero permitió aumentar en 51.7 por ciento el ingreso gubernamental por impuesto especial sobre productos y servicios (IEPS). No ha servido, sin embargo, para reducir el sobrepeso y la obesidad, ni lo hará si el Congreso lo aumenta en 2016.

Fuente: El Siglo de Torreón

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