«El impuesto de un peso por cada litro de refresco ha servido para generar más de 20 mil millones de pesos anuales»

El actual gobierno cumplió su palabra de no aumentar impuestos. Ello, por lo pronto, tranquilizó a algunos sectores que estaban “con el Jesús en la boca” como el de la industria de alimentos y bebidas que desde hace rato vienen temiendo un nuevo aumento al impuesto especial sobre bebidas endulzadas y alimentos altamente calóricos.

Por fortuna el equipo hacendario no cayó en la tentación de aquellos afanes recaudatorios como cuando impuso en el 2014 el impuesto de un peso por cada litro de refresco o bebida carbonatada.

El argumento fue la lucha contra la obesidad y el sobrepeso. La realidad es que innegablemente ha servido para generar más de 20 mil millones de pesos anuales.

Las finanzas del gobierno federal han recolectado por IEPS en alimentos de alta densidad calórica un 74% más a lo esperado respecto del 2014. De enero a junio el incremento de esta recaudación fue 31.8% arriba respecto del mismo periodo del año anterior.

El problema innegable es que es controvertido pero no es claro el destino de esos recursos. No se sabe cuánto de ello se ha dedicado expresamente al programa contra obesidad y sobrepeso y tampoco se sabe cuánto realmente se ha ejercido para colocar bebedores de agua potable en las escuelas, un pendiente sumamente básico para el combate de obesidad y sobrepeso infantil.

Datos de la agencia de investigación de mercados Nielsen proporcionados por la industria señalan que la reducción en el consumo de refrescos ha sido poco significativo, pues no ha variado mucho de alrededor de 11 mil millones de litros al año.

Equilibrio energético, el reto

La solución no está en el aumento o la aplicación de más impuestos, y como sociedad el reto es encontrar caminos alternos tanto para la prevención como para la promoción de hábitos saludables de alimentación y de aumento en la actividad física.

Es un debate a nivel internacional, que seguramente seguirá situando el tema en el tintero de discusión. A nivel científico circula una tesis que originalmente se difundió en la revista especializada US Endocrinology donde los investigadores James O. Hill, Holly R. Wyatt y John C. Peters exponen que para mantener el peso ideal lo más importante es alcanzar el equilibrio energético, y éste no consiste en otra cosa más que en gastar la misma cantidad de energía que se ingiere.

Parece algo obvio y reiterativo, pero es la realidad inequívoca en la que el mundo tendrá que basarse para buscar un mejor estado de salud de su población.

En épocas anteriores el ser humano consumía un elevado nivel de energía debido a que hacía gran actividad física. Actualmente en un entorno muy sedentario son cada vez más frecuentes los casos de sobrepeso y obesidad al grado de que afectan ya a más de 1,000 millones de personas en el mundo.

El estudio menciona que al analizar los patrones de actividad física de los amish (una comunidad de los menonitas) con un estilo de vida similar al que prevalecía en las zonas rurales de EU a principios del siglo XX, se detectó que dan un promedio de 18 mil pasos al día, en tanto que el norteamericano adulto camina alrededor de 5,000 pasos. Esta reducción de la actividad física durante el siglo pasado podría explicar una ganancia de peso de casi 31 kilos.

Para ejemplificar sobre la importancia del equilibrio energético, exponen que una persona con gran actividad física puede mantener dicho balance y un peso corporal saludable si come —y gasta— 3,000 calorías diariamente. Si esa misma persona se vuelve sedentaria podría mantener un equilibrio saludable si ingiere y gasta 2,000 calorías al día.

 

Fuente: El Economista

 

 

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